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FAQ

Este es un listado con las preguntas más frecuentes sobre la práctica del ajedrez y su utilización en la enseñanza de los más jóvenes.

AJEDREZ – PREGUNTAS GENERALES

  • ¿Qué es el ajedrez?
  • ¿Cuál es el objetivo de una partida de ajedrez?
  • ¿Dónde puedo aprender a jugar al ajedrez?
  • ¿Dónde puedo jugar al ajedrez?
  • ¿Cuánto cuesta jugar al ajedrez?

BENEFICIOS DEL AJEDREZ (MEJORA DE CIERTAS HABILIDADES) EN NIÑOS Y ADULTOS AJEDREZ Y PROCESO DE APRENDIZAJE – AJEDREZ EN LA ESCUELA

  • Pero yo he oído que hay que ser muy inteligente para jugar al ajedrez, ¿no? Y la verdad es que yo…
  • Pero… ¿qué me puede aportar a mí el ajedrez? ¿Para qué quiero saber jugar al ajedrez?
  • De acuerdo pero, y a mi hijo… ¿en qué le puede beneficiar jugar partidas de ajedrez?
  • He oído que el ajedrez puede ayudar a desarrollar ciertas «habilidades»… ¿Qué «habilidades» me podría ayudar a desarrollar el ajedrez?
  • Como padre no me queda clara una cosa. ¿Cómo puede el ajedrez ayudar a mi hijo en su proceso de aprendizaje escolar?
  • ¿Qué evidencias hay de la mejora real de estas habilidades? ¿Las desarrollan todos los niños o sólo los más inteligentes?

¿Qué es el ajedrez?

El ajedrez es un juego de estrategia milenario que se practica en un tablero cuadrado de 64 casillas, la mitad blancas y la otra mitad negras.

En la versión clásica, a ambos lados del tablero se sientan dos jugadores. En la moderna uno de los jugadores está sentado enfrente del ordenador y su contrincante – humano o computadora – se encuentra a muchos kilómetros de distancia…

Cada uno de los jugadores dispondrá de 16 piezas, unas iguales y otras no.

Cada pieza tiene sus propias reglas de movimiento, que la diferencian de las demás. Así, una mueve sólo hacia adelante por las columnas, otra por las diagonales, otra tiene un movimiento de L mayúscula… Las piezas también pueden capturar y ser capturadas.

¿Cuál es el objetivo de una partida de ajedrez?

Al comenzar cada jugador cuenta, entre sus piezas, con un rey. El objetivo del juego consiste en «atrapar» al rey contrario, pero sin comerlo. Es decir, amenazarle con una pieza -como mínimo – de tal forma que no tenga huída posible ni pueda interponer otra pieza en su defensa. Esto es lo que llama jaque mate.

Hay que aclarar que a los niños muchas veces se les enseña a jugar comiendo el rey directamente, sin «atraparlo». En cierto modo es lógico, pues el rey debería ser una pieza más…

Entre las razones para enseñar de esta forma a los niños de cortas edades se cuenta la sencillez de enseñar una simple captura (se entiende fácilmente) y la dificultad de mostrar el concepto de «atrapar». Al ser un concepto abstracto el niño puede tener dificultad en comprenderlo, puesto que su cerebro está formándose aún y con él su capacidad de abstracción.

¿Dónde puedo aprender a jugar al ajedrez?

Hay muchos lugares en los que se puede aprender a jugar al ajedrez. Basta con encontrar un libro o cualquiera de las numerosas páginas de Internet que muestran de forma amena cómo aprender las reglas básicas del ajedrez.

¿Dónde puedo jugar al ajedrez?

Por supuesto, siempre podrá encontrar algún amigo que sepa jugar al ajedrez… ¡sólo que tendría que tener tiempo para poder jugar con usted! La situación ideal, por supuesto, sería la de padres, hijos o hermanos que juegan entre ellos.

En la actualidad, aparte de clubs de ajedrez en los que puede apuntarse y jugar con personas como usted, existen numerosas páginas en internet que permiten jugar con gente de cualquier parte del mundo de forma gratuita.

¿Cuánto cuesta jugar al ajedrez?

Ufff… ¡jugar al ajedrez es carísimo! Tendrá que reunir suficiente dinero como para comprar un tablero de ajedrez y unas piezas, lo que oscila entre las astronómicas cifras de… ¡6 a 60 euros! (según su gusto más o menos exquisito).

Para la versión on-line requerirá, lógicamente, pagar su recibo de Internet con puntualidad…

Estos términos son económicos, ¡el «esfuerzo mental» ya depende de usted!

Pero yo he oído que hay que ser muy inteligente para jugar al ajedrez, ¿no? Y la verdad es que yo…

Uy, ¡punto comprometido!

¿Y la verdad es que usted qué? Sería interesante que terminase esa frase, ¡aunque es muy poco probable que lo que haya dicho sea cierto! Pero, tranquilo, no se me ponga nervioso, que lo que averigüemos no se lo diremos a su mujer ni a sus amigos – aunque, por más que no se lo quiera creer seguro que ya lo saben -.

Hasta ahora lo que usted demuestra es tener un buen oído, aunque no creo que me sepa decir concretamente dónde escuchó esa frase lapidadora. Y, aunque lo recordara, seguiríamos teniendo un problemilla… ¡porque no es nada claro en qué consiste ser inteligente!

Hemos visto por televisión personas con un «cociente intelectual» – la medida «oficial» de la inteligencia, que tiene sus hándicaps – que, una vez sacados de los campos que dominan, pueden llegar a ser unos incompetentes integrales.

¡Hoy por hoy es más elegante y lógico hablar de varias inteligencias, hombre! Inteligencia numérica, verbal, lógica, espacial, social… Y usted, como el resto de seres humanos, probablemente no sea «inteligente» en todas, pero en algunas seguro que sí. Le adelanto que si se le da bien contar chistes ya tiene una…

Ahora revelaré el secreto más oculto de todos, el que nadie se atreve a creer: los jugadores de ajedrez son personas normales; los hay «más perspicaces» y «más pillos». ¿Asombrado? Lo sabía…

Así, usted puede encontrarse que pierde al ajedrez con el camarero del bar de la esquina – a quien según su «ránking» propio debería ganar – ¡y en cambio resulta que le llega a ganar al profesor de matemáticas – con dos carreras más – que da clases particulares al hijo de su vecino!

Pero…, ¿qué me puede aportar a mí el ajedrez?

¿Para qué quiero saber jugar al ajedrez?

¡Esa es una buena pregunta! Yo sé jugar al parchís y paso buenos ratos cuando juego con los amigos, pero aparte de eso…

Bueno, empecemos por el principio. El ajedrez, a diferencia del parchís y otros juegos, no se juega con dados. Es decir, la «suerte» no influye de una forma tan directa.

Por otra parte, cada vez que hayamos hecho una jugada habremos tenido que tomar una decisión… y conforme la partida avance esas decisiones serán más importantes. ¿Conseguiremos llevar a cabo nuestro objetivo y atrapar al rey contrario antes de que el otro lo haya conseguido?

A diferencia del parchís, donde contamos con cuatro fichas solamente (e iguales) y vemos todo el tablero con facilidad, aquí tenemos nada menos que dieciséis piezas, varias distintas y moviendo de formas diferentes. ¡Y además debemos proteger una!

Todo esto hace que las decisiones no sean tan sencillas como sumar dos y dos. Para que mis piezas jueguen debo ponerlas a jugar, tendré que intentar que se coordinen entre ellas – atacar en equipo siempre fue mejor -, controlando el centro podré llevar las piezas a la izquierda o a la derecha en una acción repentina…

En conclusión: lo que el ajedrez le aporta realmente es tener que tomar un montón de decisiones examinando lo que lo que ocurre en el tablero. El tema es que… tiene qué ver qué es lo importante y qué no, ¡tiene que «intuirlo»!

En los ejemplos siguientes se muestran decisiones que se están tomando, con la forma pensamiento lógico – idea-cómo la podría llevar a cabo:

«He puesto a jugar todas las piezas y el otro no, con lo que creo que puedo iniciar un ataque si muevo…»

«Controlaré el centro si el caballo llega a esa casilla, por lo que un camino bueno quizá sea…»

«Esa pieza suya juega mucho (controla muchas casillas y me molesta). En cambio esta mía no hace casi nada… Si pudiera cambiarla por la otra… Quizá podría saltar ahí y luego allá…»

«Esta pieza puede capturar aquellas dos suyas, pero quedará muy alejada… ¡Eh!, pero puede volver rápidamente a la defensa si muevo ahí y luego aquí… Son sólo dos jugadas y no veo que el contrario pueda hacer nada para aprovecharlo… ¡me comeré esas dos piezas!».

Como vemos en los ejemplos, tomar decisiones empieza siendo complicado, pero conforme vayamos dándonos cuenta de que tomamos decisiones correctas – sin calcularlo todo – iremos ganando confianza y seguridad. Tenga en cuenta también que esto lo ha hecho sin mover aún las piezas en el tablero… está visualizando dónde pueden ir en su cerebro.

Como en el ajedrez cada uno se suele llevar su premio – victoria, empate o derrota – según lo correcto de sus decisiones tendremos la ventaja de que muchas veces podremos comprobar directamente en la partida nuestros aciertos y errores. Luego la cuestión consiste en potenciar los aciertos, analizar y entender los errores y minimizarlos.

De acuerdo pero, y a mi hijo… ¿en qué le puede beneficiar jugar partidas de ajedrez?

Bueno… ¡la gran ventaja del ajedrez es que tiene sus reglas propias! Es decir, hay un orden establecido, y esto es muy bueno porque el niño puede ver «en vivo» el resultado de sus decisiones.

Por supuesto, ver este resultado en un tablero de ajedrez no es peligroso. En cambio, hay situaciones en la vida real en que un niño toma una decisión y… castigado el fin de semana.

En los niños es importante desarrollar la autoconfianza, la seguridad en sí mismo. En una partida de ajedrez el niño está solo, sin nadie que le ayude (tramposos, abstenerse). Tiene que tomar sus propias decisiones (pensar por sí mismo; no tiene por qué creer lo que le haya dicho un mayor si comprueba que no es cierto) y ver los resultados.

Tras decisiones correctas la autoestima o confianza en uno mismo se refuerza y tras las incorrectas puede ver dónde se ha equivocado y por qué, qué pensó entonces…

Si no encuentra una respuesta investigando puede preguntar a alguien «mejor». En este sentido el ajedrez es bastante «social» y no importa demasiado la edad, ya que un niño de 8 años puede preguntarle a su abuelo de 70 qué habría hecho en ese momento… ¡la respuesta que obtenga ya es otra cuestión!

He oído que el ajedrez puede ayudar a desarrollar ciertas «habilidades»… ¿Qué «habilidades» me podría ayudar a desarrollar el ajedrez?

Bueno, en primer lugar hay que aclarar que muchas de estas habilidades entran dentro de lo que se denomina «habilidades cognitivas», entendidas aquí como «habilidades del proceso de pensamiento».

Términos anglosajones que vienen a decir lo mismo, como «how-to-think» o «thinking skills» se han puesto muy de moda, pero no por casualidad. En definitiva, lo que se intenta es «aprender a pensar», comenzando desde la base misma del proceso de aprendizaje.

Veámoslo con un ejemplo. La persona – un niño, por ejemplo -:

1) adquiere la información a través de sus sentidos (lee un cartel: «peligro, animales sueltos»),

2) la interpreta con las herramientas mentales que posee («algo peligroso no es bueno») y

3) extrae lo que le resulta interesante («peligro=mejor me voy») para luego poder utilizarlo en el futuro («debo tener cuidado si vuelvo aquí»).

En la parte de «extraer lo interesante» y almacenarlo entran en juego las habilidades cognitivas, las cuales otorgan especial importancia – entre otras – al desarrollo de la capacidad de:

– Analizar la información recibida: «hay peligro porque hay animales sueltos».

– Compararla: «un amigo mío vio un cartel parecido, pero no le hizo caso y…».

– Clasificarla: «sitio peligroso, debo tener cuidado si vuelvo aquí».

– Deducir (otra información): «los animales sueltos seguramente serán perros, porque no suele haber otros animales domésticos tan peligrosos».

– Interpretarla: «pone en el cartel que hay animales sueltos, por lo que el peligro parece real».

– Sintetizarla para extraer lo importante: «peligro, ¡me voy de aquí ya!».

– Valorarla: «el peligro puede ser real, pero podrían haber puesto el cartel sólo para que no pasara».

Si este proceso es llevado a cabo correctamente se puede decir que la persona «entiende» la información (hay peligro) la comprende y sabe por qué es así (hay animales sueltos, probablemente perros) y la clasifica según su importancia (sitio peligroso, cuidado si vuelvo).

Este caso parece sencillo, pero no olvidemos que la interpretación de la información depende entre otros muchos factores, de la edad y la experiencia.

En un niño, cuyo cerebro está en desarrollo y no tiene bastante experiencia, la información podría interpretarse de manera muy diferente. Pudiera ser, por ejemplo, que al comparar en su memoria encontrara que la última vez que vio un cartel con «no abrir» en un paquete no hiciera caso, lo abriera y encontrara una sorpresa que sus padres le tenían preparada y no escondieron lo suficientemente bien.

En tal caso, podría interpretar el cartel de la forma contraria: «si no me haces caso, puede que encuentres algo interesante».



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